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Texto despensa

*Artículo publicado inicialmente en www.scidev.ne

Autora: Claudia Mazzeo

Una investigación publicada enNature Sustainability, que evaluó el impacto socioeconómico del cambio climático en el suelo, el consumo de agua y elcomerciode alimentos en distintos escenarios para mediados de siglo concluye queproducir alimentospara todos será una meta alcanzable, pero a un alto costo.

Según las simulaciones usadas en la investigación, lograr alimentar a toda la población dentro de 30 años,  preservando a la vez el agua disponible y bajo el impacto delcambio climático, implicará reducir 30 por ciento de las áreas irrigadas actualmente, relocalizar cultivos hacia las regiones más productivas y con mayor disponibilidad de lluvia, en especial América Latina e islas del Pacífico.

También será necesario incrementar el comercio interregional de productos agrícolas, previéndose que el 70 por ciento de ese comercio provenga de exportaciones alimentarias realizadas desde países de América Latina.

Para aprovechar el agua de lluvia, la frontera agrícola deberá extenderse y avanzar sobre bosques y áreas naturales, con el consiguiente impacto en la biodiversidad y la generación de cambios socioeconómicos derivados del comercio, viéndose más perjudicados los países conescasa protección jurídica ambiental.

Nuestra investigación analiza el nexo entre el flujo de agua, alimentos, comercio, uso de la tierra yambientepara 2050, bajo el cambio global, dice aSciDev.NetAmandine Pastor, del Instituto de Investigación para el Desarrollo en Montpellier, Francia. “Hallamos que duplicar la producción de alimentos requeriría expandir las área agrícolas en 100 millones de hectáreas y triplicar el comercio”.

“Queremos que los responsables de las políticas tomen conciencia de cuáles serían las posibles consecuencias del aumento de la demanda de alimentos en todo el mundo. Si no se toma ninguna acción, este es un resultado probable”.

Amandine Pastor - Instituto de Investigación para el Desarrollo, Montpellier, Francia

Pastor aclara que su investigación no se propone recomendar la reasignación de la producción futura de alimentos a América Latina, y que los bosques  deberían ser las últimas áreas en convertirse en zonas de cultivo.

“Estos resultados son producto del modelo global denominadoGlobiom, que se emplea para evaluar la competencia por el uso de la tierra entre la agricultura, la bioenergía y la silvicultura. Queremos que los responsables de las políticas tomen conciencia de cuáles serían las posibles consecuencias del aumento de la demanda de alimentos en todo el mundo. Si no se toma ninguna acción, este es un resultado probable”, afirma Pastor, también vinculada a la Universidad de Lisboa, Portugal.

Para lograr una producción global sustentable “será necesario aumentar la eficiencia en la producción de alimentos, reducir la carne en las dietas humanas, promover laagricultura localy urbana, y reducir el desperdicio de alimentos”, subraya.

“Pedimos a los responsables de la formulación de políticas que controlen la explotación de sus recursos nacionales, especialmente en América Latina”, enfatiza Pastor. Y comenta que tesoros como el  Amazonas  ─reservorio de la mayorbiodiversidaden la Tierra para los ecosistemas acuáticos y terrestres─, deben ser protegidos.

Walter Pengue, especialista en economía ecológica  de la Universidad Nacional de General Sarmiento, que no participó de la investigación, advierte que modelizar un proceso a treinta años con información tecnológica actual puede conducir a errores.

“No se tienen en cuenta, en profundidad, tres variables relevantes: el papel del cambio científico-tecnológico en la agricultura, los efectos de la llegada de nuevas miradas sobre la producción, como la agroecología ─ como nuevosistema productivo sustentableen todos sus aspectos─ y en especial el cambio de pautas de consumo de la población”, sostiene.

“El  ‘mundo desarrollado’ busca  garantizarse recursos para su propio desarrollo, extrapolando costos u externalidades.  ‘Ahorra  tierra', es un lema cada vez más ecologista mientras que el mundo en desarrollo suma, año a año, más hectáreas para satisfacer las demandas globales”, añade.

“Esta agricultura y la base de recursos con que se lleva, ya no soporta más. Se deben comprender los enormes costos globales,incorporando las externalidades, lo que cambia el paradigma de análisis”, sostiene.