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Por Francisco Aguirre - Secretario Ejecutivo RELASER

El pluralismo en la oferta de servicios de extensión rural en los territorios es un tema generalizado, pero es más diverso y complejo en cuanto a número y relación de los actores cuando se trata de productos insertos en mercados dinámicos y con altos desafíos en cuanto a innovación. En el centro sur de Chile cientos de pequeños y medianos productores han migrado de cultivos tradicionales (trigo, frejol, ganadería) hacia el cultivo de frambuesa, los que les da mejores perspectivas de ingresos y de estabilidad económica.

Una investigación detectó que las fuentes de información y asesorías que recibían los productores eran muy diversas y a veces contradictorias. Un diagnóstico, a través de un mapa de actores, identificó que un productor tenía en promedio diez diferentes fuentes de información que consistían en servicios de asesoría del estado (tres sin coordinación entre ellas) instituciones de investigación, universidades (2), empresas compradoras y procesadoras de frambuesas, empresas proveedoras de insumos y equipos y conexiones muy importantes con otros productores los cuales entregan información sobre experiencias personales en diferentes temas, como variedades, riego, fertilización, cosecha, etc.

Producto de esta información, y de la evidencia que no existía coordinación entre los oferentes, duplicando servicios o entregando asesorías parciales o incompletas, es que se inició un proceso de coordinación de actores que partió por un proceso participativo en que los productores construyeron su demanda de servicios de extensión e investigación y elaboraron un plan de trabajo, en conjunto con la oferta de servicios de extensión. Un segundo paso consistió en que conocida la demanda, los oferentes de servicios se comprometían a participar con productos específicos. Todo esto para obtener el objetivo acordado por los productores que era aumentar la productividad con calidad e inocuidad requerida por la industria.  Para apoyar todo esto era necesario un actor intermedio que consistió en una facilitador de la relación entre la oferta y la demanda, cuyo rol fue en mantener a todos los actores informados y apoyar a cada uno de ellos en lo que se le solicitaba en el plan de trabajo.

Para que este proceso funcionara realmente, cada actor debía percibir los beneficios que significaba la coordinación. Las plantas procesadoras recibían mayor cantidad con una mejor calidad e inocuidad alimentaria; las instituciones de investigación se focalizaron en menos productos pero en más profundidad (generar nuevas variedades, nuevos sistemas de riego, protocolos de inocuidad); la extensión pública por primera vez se coordinó entre ella y sus propios planes de trabajo se alinearon con el plan territorial; los vendedores de insumos y equipos pudieron aumentar y diversificar su oferta en la medida que la demanda se hace más compleja y el productor está más informado.

Ha pasado ocho años y se percibe una industria de la frambuesa estable, madura y dinámica; las instituciones se han prestigiado, los productores han mejorado significativamente sus ingresos con notables innovaciones como cambio de variedades, tecnificación en riego, uso de protocolos muy exigentes en inocuidad y calidad. Y quizás una de las resultados más importantes es verificar que el pluralismo es necesario para producir cambios en la medida que haya coordinación entre los diferentes actores.    

*Este artículo aparecerá en una compilación sobre Fortalecimiento a los Servicios de Extención Rural que está desarrollando la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura –FAO-. El documento se encuentra en elaboración.