Por: Jaime Flores, Coordinador del Foro RELASER Ecuador
Los patrones de consumo en las últimas décadas han cambiado para siempre, especialmente después de la pandemia debido al COVID, acelerando las compras digitales, la demanda de productos frescos a bajo costo y el interés por acceder a información clara y veraz sobre cada uno de los productos que se consumen. Junto con el crecimiento del estilo de vida moderno, la gente está cada vez más ocupada, especialmente en las ciudades o en los grandes centros urbanos. Al mismo tiempo, el internet y la modernización de las tecnologías han dado lugar a una creciente tendencia ‘de la granja a la mesa’.
El sector alimentario se enfrenta por tanto al reto de suplir las demandas cada vez más complejas de los consumidores, de forma más rápida y con un control mucho más exhaustivo sobre la calidad y el origen de los productos. Para poder hacer frente a todo esto, las empresas del sector alimentario deben ser capaces de adaptarse a una sociedad en constante cambio, a la vez que minimizan errores y maximizan resultados.
En un mundo en la que la demanda de productos más naturales y saludables está en auge, la trazabilidad y la transparencia en la cadena de producción alimentaria son necesarias tanto a nivel ético como a nivel de estrategia productiva.
Como sugiere la legislación alimentaria en diferentes países y regiones, la trazabilidad es y seguirá siendo una prioridad clave. A raíz de la pandemia, las preocupaciones sobre la seguridad alimentaria, la calidad e inocuidad de los alimentos aumentarán aún más, lo que probablemente resultará en una mayor presión regulatoria.
Tecnologías como el Big Data y el IoT, que permiten conectar cadenas enteras de valor, ofrecen una visión global desde la plantación o recogida de materias primas hasta que el producto final llega al consumidor. Esto no es sólo imprescindible en cuanto a transparencia, si no necesario para competir con el nivel de agilidad y flexibilidad que exige el mercado.
Además, la presión del cambio climático y la conciencia por el bienestar animal y la seguridad alimentaria responden ante regulaciones y leyes que sólo pueden ser cumplidas al 100% si se tiene una visión total de la cadena de producción. Esta integración también nos ayudará a minimizar el riesgo de amenazas tanto naturales como humanas.
Los productores primarios sean estos pequeños, medianos o grandes, así como los fabricantes de alimentos con diferentes escalas, y en especial aquellos que obtienen ingredientes de numerosos países habrán experimentado de primera mano las vulnerabilidades de las complejas cadenas de suministro globales basadas en principios de manufactura esbelta. Los primeros en adoptar las tecnologías digitales estarán a la vanguardia a medida que vayan superando la pandemia global del COVID-19.
Los analistas ya están citando la gestión de la cadena de suministro, el compromiso de la fuerza laboral y la gestión del capital como áreas de enfoque clave en el futuro inmediato. Todo esto requerirá un mayor uso de la tecnología. Los procesos de digitalización que se han basado en gran parte en papel es un paso fundamental en la construcción de cadenas de suministro más sólidas.
Visibilidad de la cadena de suministro
En muchos territorios y países, la legislación alimentaria como FSMA o la de la Unión Europea, impulsa la adopción de tecnologías de generación de informes y recopilación de datos de la producción y trasformación de alimentos y bebidas. La implementación de estas soluciones digitales será aún más imperativa para desarrollar la resiliencia de la cadena de suministro. Se puede acelerar la capacidad de enfocar los cuellos de botella en la producción, reconfigurar las cadenas de suministro e identificar y responder rápidamente a los problemas con agilidad.
En conclusión, la digitalización del sector alimentario más allá de ser un elemento de muchos beneficios para la gestión, productividad y control, se convertirá en la mejor herramienta para demostrar que se cumplen con las normativas internacionales y nacionales sobre trazabilidad.