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Por: Fabián Campos Boulanger – Sociólogo y gerente de Resiliencia Ecológica y Humana, Fundecor
Costa Rica

Pensar en el futuro pareciera que no tiene sentido en un mundo donde lo valorado como importante es el presente y nada más. Sin embargo, preguntarse sobre el devenir es más relevante que nunca. Aquello que comúnmente concebimos como futuro está en constante cambio producto de los avances en tecnología, biomedicina y formas más limpias de obtener energía. La inteligencia artificial, big data y la robótica están cambiando las maneras como todos vivimos. El futuro no está escrito… se construye.

Estos cambios igualmente se reflejan de forma significativa en la transformación de “la ruralidad”. En efecto, lo rural, en el imaginario colectivo, refiere y habla de una dinámica cotidiana donde priman el respeto por la naturaleza y las redes de solidaridad fortalecidas con poblaciones con baja densidad y formas de producción basadas en agricultura, ganadería, pesca o afines. Sin embargo, éstas condiciones han variado sustancialmente, los fenómenos producto de la globalización, han acentuado los procesos de migración e inmigración, la diversificación e incremento de las actividades productivas, la incursión de grandes empresas para el aprovechamiento de los recursos naturales y el choque e hibridación de las culturas, dando paso a la pluralidad de ruralidades cada vez más diferenciadas y singulares.

Estos fenómenos no son del todo nuevos, pero sí asumen nuevas formas y construyen nuevos dispositivos sociales para instaurarse en la cotidianidad, junto con la incursión de la Internet mediante las tecnologías de información y comunicación (TIC), la biotecnología y las nuevas tecnologías electrónicas y digitales, han dado paso a que aquella imagen de lo rural se transforme en muchas ruralidades diferentes, como si fuera un caleidoscopio. “La Ruralidad” resulta ser un concepto que ya no responde a lo que se construye en los territorios no urbanos, más bien, afinando el lente, en estos territorios podemos observar un mundo diverso, donde coexisten muchas maneras de ver, comprender y actuar sobre lo que se entiende como realidad.

Así, la ruralidad se ha transformado en ruralidades emergentes o nuevas ruralidades. Esto representa un reto mayúsculo para los servicios de extensión rural, obligándonos a entenderlos como servicios de extensión en las nuevas ruralidades (SENRs). Esta precisión implica la necesaria adecuación de los SER a la pluriculturalidad, a las nuevas condiciones identitarias, a una heterogeneidad productiva inédita y a divergentes estructuras sociales e institucionales asincrónicas en cada una de las ruralidades. Sin embargo, esto no indica que sea imperativo “atomizar” los servicios de extensión, pero sí implica un cambio radical en las formas como se han concebido y brindado estos servicios.

Los SENRs adquieren, por lo tanto, nuevas connotaciones y relevancias frente a los desafíos de las nuevas ruralidades. La extensión se convierte en el vehículo de diálogo entre el presente de las personas en las ruralidades y las diferentes opciones de futuros posibles en cada Nueva Ruralidad. Esto implica que los SENRs plantean como uno de sus objetivos centrales comprender de manera integral, las dinámicas presentes en cada Nueva Ruralidad, anticipar hechos futuros y convertirlos en escenarios que sean susceptibles de ser construidos entre todas y todos para así direccionar las acciones hacia esos escenarios elegidos.

Las características de los SERNs variarán significativamente en el futuro cercano para responder a las nuevas demandas y necesidades, las cuales serán, sin duda, cada vez más complejas al integrar en las dinámicas de las ruralidades, innovaciones y diversos elementos globales tales como encadenamientos comerciales globales, cambios globales en las formas y tipos de alimentación, utilización de los recursos naturales, entre otros. Ante esto es clave comprender la necesidad de que los servicios de extensión transiten de estar centrados en la persona extensionista a pensarse como proceso de extensión que integra varias personas en el servicio brindado. Es vital transformar su estructura actual cuasi unipersonal a convertirse en la sumatoria de un conjunto de habilidades y conocimientos de diferentes actores. En efecto, los servicios de extensión serán brindados por un encadenamiento personas con saberes y destrezas las cuales serán organizadas y sistematizadas por quienes trabajan propiamente en los territorios. Los SENRs serán procesos participativos que buscarán la transformación de las nuevas ruralidades hacia futuros colectivamente elegidos y en ese proceso, trabajarán en la construcción y ejecución de soluciones innovadoras que atiendan, de forma puntual, a las necesidades y demandas de actores en los territorios.

Los SENRs, vistos como proceso participativo de múltiples actores, sólo puede ser entendidos como entramados de experiencias, conocimientos y acciones que se organizan en redes. En efecto, una característica de esta concepción de los servicios de extensión es que tienen sentido en la medida que los actores pueden pensarse, organizarse y actuar como parte de procesos que se gestionan en las interacciones más o menos cohesionadas entre diferentes “nodos” que pueden ser personas, organizaciones e instituciones.

El conocimiento, por tanto, es colectivo. En estas nuevas ruralidades no es posible para una persona extensionista contener todo el conocimiento necesario para la “brindar” las soluciones técnicas pertinentes. En el trabajo de base, desde este esquema de redes de redes, las soluciones son el resultado de la integración de conocimientos y experiencias aportados, conformando una especie de ecosistema de conocimientos.

Conocer las necesidades y demandas del presente es importante, pero advertir las necesidades y demandas futuras es imperativo. La construcción de futuros en las nuevas ruralidades no está en el futuro, todo lo contrario; la incidencia en el presente representa una oportunidad de construcción colectiva del futuro deseado y posible, donde “el extensionista” tradicional se transforma en un líder del proceso que brinda “luces” sobre las mejores rutas para esa construcción. La evaluación y el monitoreo de la construcción de los escenarios elegidos es un requisito clave. No es una evaluación “de lo que ya fue o se hizo” es una evaluación de la realidad actual y un monitoreo de las acciones previstas. Esta es una acción en redes.

Es vital para nuestros territorios, seguir pensando y posibilitando esta nueva forma de ver los servicios de extensión. Estructurar nuestro quehacer dentro de los SERNs nos llevará, más pronto que tarde, a sumar más procesos de incidencia participativa para la identificación de la demanda y la creación de soluciones innovadoras para las nuevas ruralidades. Nos llevará como redes de redes a construir mejores futuros para todas y todos.