En América Latina y el Caribe, el empleo rural está caracterizado por la alta vulnerabilidad debido a la informalidad laboral, que supera el 70%.
En América Latina y el Caribe, el empleo rural está caracterizado por la alta vulnerabilidad debido a la informalidad laboral, que supera el 70%. Actualmente también se ve afectado por la crisis generada por el Covid-19. Por lo anterior, es urgente diseñar políticas de desarrollo productivo eficientes.
Vinícius Pinheiro, director de la Organización Internacional del Trabajo –OIT-, para América Latina y el Caribe, destacó:” En el momento de pensar cómo logramos una nueva normalidad después de esta crisis, será necesario enfrentar las condiciones preexistentes”, al iniciar el encuentro virtual sobre “COVID 19: Empleo, informalidad y transformación productiva en la economía rural”.
Antes de la pandemia, el 19,2% del total de ocupados de América Latina formaban parte del empleo rural, agrícola y no agrícola, representando esto un número cercano a 52 millones de trabajadores ocupados. La importancia del sector es mayor en varios países de Centroamérica como Guatemala, Honduras y el Salvador, incluso en el caso del primero, 1 de cada 2 trabajadores se ocupa en el empleo rural. En Sudamérica, Bolivia, Paraguay y Ecuador son quienes presentan mayor participación de la población económicamente activa en lo rural.
En el caso de las mujeres, la proporción de informalidad es mayor a la de los hombres, destacándose que en sector agrícola la tasa ha alcanzado el 91,6%
El empleo rural se divide en dos grandes categorías, el agrícola que está relacionado con las actividades tradicionalmente asociadas al trabajo en el campo, y que abarca 52% de os ocupados, y un creciente sector no-agrícola, que reúne actividades como comercio, turismo, servicios y manufactura, con 48% del total.
Actualmente la generación de ingresos es más elevada en el sector no-agrícola (58,5%) que en el agrícola (41,5%), según destacó Efraín Quicaña, especialista regional en economía rural de OIT.
Durante el encuentro, la OIT, también resaltó que el impacto en el empleo generado por la COVID-19 puso en evidencia que se tienen economías con niveles medio-bajos de productividad, alta heterogeneidad e informalidad y con dificultades para generar trabajo decente.