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Por: RELASER 

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), publicó su Informe del Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo 2022, un balance que revela, entre otros datos, el continuo impacto de la pandemia de Covid-19 en las cifras de hambre e inseguridad alimentaria a nivel mundial: entre 702 y 828 millones de personas padecen de hambre a 2021, un aumento de 150 millones de personas desde que comenzó la pandemia. 

Asimismo, 2.300 millones de personas en el mundo padecen de inseguridad alimentaria. Más del 10 por ciento (11,7) de la población mundial sufre de casos graves de inseguridad alimentaria, que tiene entre sus principales causas los conflictos, los fenómenos climáticos extremos y las perturbaciones económicas, en combinación con el aumento de las desigualdades, demostrando que para hacer frente a la inseguridad alimentaria es también fundamental generar resiliencia ante posibles crisis a futuro.

Las desigualdades son también una de las causas principales del hambre, y una de las razones por las cuales la pandemia aceleró los niveles de hambre a nivel mundial: el patrón desigual de recuperación económica tras la pandemia, y la pérdida de ingresos que no se pudieron recuperar propiciaron la tendencia a aumentar el hambre a nivel mundial. 

Según el reporte, el apoyo mundial a la alimentación y la agricultura se dedica a los agricultores individualmente, se concentra en los alimentos básicos y se da especialmente en los países de ingresos altos y medios. Estas razones hacen que la FAO haga un llamado a que los gobiernos den prioridad al incremento de estos apoyos de manera colectiva e igualitaria.

Si bien se reconocen los avances y progresos, las tendencias de desnutrición infantil, las carencias de micronutrientes esenciales y el sobrepeso y obesidad infantiles, siguen generando preocupación. Casi 3.100 millones de personas no podían permitirse una dieta saludable en 2020, un aumento de 112 millones en comparación con 2019, motivado por la inflación de los precios de los alimentos al consumidor como parte de los efectos económicos de la pandemia del Covid-19 y las medidas que se tomaron para mitigarla.

De esta manera, el informe concluye que se deben intensificar los esfuerzos para prevenir la inseguridad alimentaria, luchar contra el hambre y contra la desnutrición, pero también que es prioritario promover entornos alimentarios saludables. Para lograrlo, los gobiernos tienen que dar prioridad a los consumidores de alimentos e incentivar la producción, la oferta y el consumo sostenible de alimentos nutritivos, por dietas más asequibles para todas las personas, un esfuerzo que también requerirá de alianzas entre el sector público y privado.

Así como la implementación de políticas públicas en apoyo a la alimentación y la agricultura debe responder a los contextos desiguales e inestables de cada uno de los países, este informe reconoce que las reformas deben también estar acompañadas de políticas que promuevan cambios en los comportamientos de los consumidores y políticas de protección social, que mitiguen las consecuencias no deseadas de dichas reformas sobre las poblaciones vulnerables. En este proceso, Naciones Unidas reafirma su compromiso de trabajar con los países para encontrar nuevos caminos que permitan incrementar el apoyo a los actores de los sistemas agroalimentarios de manera colectiva, y vinculando a las instituciones locales, la sociedad civil y al sector público y privado. 

Lea el informe completo en inglés, realizado por la FAO, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) aquí: https://doi.org/10.4060/cc0639en

El resumen en español:  https://www.fao.org/3/cc0640es/cc0640es.pdf